miércoles, 1 de diciembre de 2010

GPS

¿Cómo evitar las redes sociales y su capacidad transformadora?¿Cómo asumir una protesta en tu propiedad privada, derivando un grito en el teclado que aparenta acompañar a los manifestantes reales? Es lo de menos, lo importante es ubicarte en un lote, ser parte de. La ecuación sería: “cada vez menos sociable por tantas veces desubicado”. Ahora me fumo dos monos cuando viene la angustia. Precisos. Y si ando ebrio o medio ebrio después de una junta, paso por Serrano y la tía me espera siempre con cinco lukitas. Es mi máximo. Alguna vez la tía me acompañó al coleto para cuidarme porque merodeaban un par de angustiados queriendo colgar a alguien. “Estos weones andan puro dando jugo y no nos dejan trabajar tranquilas”, me dijo con la convicción de quien hace su pega con dignidad. “Cuídese hijo”, concluyó. Al revés de cuando fumo marcianos con la manga de empresarios encajonados y asumo su vehemencia como una violenta y aparatosa escalada hacia sus aspiraciones. No tardan en poner rejas a sus vidas para cuidar lo que tienen, maldiciendo a diestra y siniestra a quienes no calzan en su estatus o estilo de vida. Así la ubicación se corre desde un lugar a otro según dónde y con quién estés. Pero debajo, al acecho, la adicción nos une y no podemos negar esa parte primigenia que representa el placer por el placer. La negación del otro por la sublimación superlativa de uno. Pajas más pajas menos. Hijos más hijos menos. Confirmo: el sentido de ubicación no ha sido uno de mis fuertes. Aunque de un modo concreto y medible, mantenga un trabajo estable. Es lo único que nos piden para predecirnos. Produzco, luego soy cuerdo. Produzco, luego existo en Dicom. Produzco, luego soy persona. Produzco, luego viajo. Con todas las adicciones. Poliadicto funcional. Nombre técnico. Como cuando con esa misma técnica le pasan el gol a la gallá, en sus casas u oficinas, y los convencen y se convencen de que todo está mejor y que deberíamos estar felices por estar como estamos. Mirando programas de talentos tan precarios como mi inclinación hacia las drogas. Reportando en el espectáculo de la repetición el mensaje en el alma. Inculcando la estética de la encuesta y el marketing. Conduciendo a los pirgüines hacia la ignorancia. Proponiendo a la familia como la base –mmmm base- de todo lo posible. Y entre medio, divulgando el amor de pareja como la solución a todos nuestros males. Hijos incluidos. Esa sería la madre del cordero según las últimas predicciones astrológicas y estadísticas. Todo a la vez. Golazo. Nadie me ha engañado. Por eso me desubico. La atomización social que vivo me ha ido corriendo como si fuese un delincuente hacia las personas con las que me siento tranquilo y pleno, y a la vez, alejado de los términos medios. Ese es un pecado mortal en una ciudad pequeña. Mortal del mismo modo pero a distinto tiempo que en una ciudad grande. Me resultan vacíos muchos lugares. Mi honestidad brutal no encaja en la medida de lo posible. Voy aprendiendo a estar con los outsiders, sin juzgarlos, valorando su inútil osadía. Queriéndolos más que a la mayoría. Identificándome con sus delirios. No hablo del que finalmente sucumbió a la pasta, esos que puedes poner en fila y son tan iguales como si pusieras en fila una guarnición militar con sus uniformes para la parada. Las derrotas de ambos lados. Te puedes conectar con todo el mundo en un clic. En una enorme masa de masas conocerlo sin pisar la tierra. Con la oreja derecha del ratón ampliar las opciones. Parasitar embelezado tratando de ser alguien. Sin mover el culo. O puedes deambular de continente en continente ampliando el registro. Pero no has bajado al centro de tu ciudad. No has visto su corazón. Lo has palpado desde la obsecuencia del animal camarógrafo. Del sapo con alma eléctrica. Has observado al prójimo pero no lo has tocado. Has hecho de tu profesión una fe de la mirada. Puedo decir que he viajado. Puedo exigir a la metaliteratura que muestre sus credenciales. A la ucronía que desbarate sus límites que no son más que Serrano con Condell de la ciudad de Antofagasta, o Monjitas con San Antonio de la ciudad de Santiago. Con sus travestis y sus negros deambulando y la pasta corriendo sin una cámara amiga. Sólo necesito conocer los nombres de las calles de las capitales del mundo para viajar a los mismos lugares con sus designios de ángeles caídos. Y mi corazón seguirá tal cual. Con la tranquilidad de desdoblarme y cobijarme en la paz de los compañer@s.