jueves, 25 de octubre de 2007

Recaídas

Tengo ganas de fumar pasta. Me levanté muy temprano ayer y en la madrugada tuve los fantásticos sueños fumones. Son más ricos que fumar en serio porque despiertas y estás sano. Pero también son la antesala de la recaída, el presente químico rascándote la guata. Así, entre consiente y aún soñando, comienzo a preparar el escenario: terminar el trabajo, un happy hour y después, ebrio, ir a la movida exacerbado por el alcohol. Recuerdo la primera y más extraña recaída. Cuando volví de vacaciones de verano, del sur, con Daniela y su mamá, Bety. Estuve limpio prácticamente durante un mes. Me sentí bien en el sur, llegamos hasta Chiloé, compramos Ostras en Caulín donde unos 500 cisnes cuello negro se apareaban. Supimos que en ese lugar, en invierno, llegaban flamencos a aparearse mientras la lluvia torrencial bañaba sus plumas. Vimos un huemul camino al volcán Villarrica. Supe la historia de la separación de Bety con el papá de Dani y cómo ella tuvo que convertirse en la mamá de Bety. Todo iba viento en popa con Dani y fui feliz. Al regreso, la primera noche en Antofagasta, tuve el sueño fantástico. En la mañana de domingo sabía que mis papás iban a la iglesia. Tenía plata en los bolsillos y pasta a la vuelta de la casa. Me gasté 90 mil pesos de las 11.00 a las 19.00 horas. En uno de los momentos en que salí de mi pieza para ir a ver si alguien venía, mi gata Antonia cé acercó con un envoltorio amarillo de pastilla de miel en el hocico. Lo tiró al suelo y comenzó a jugar con él con sus garras mirándome. Mi corazón se trizó. Cuando mi mamá llegó con mi papá estaba en el otro yo. Mi mamá lloró. Mi papá se sentó, no, se desparramó en la cama. Mi hermano, completamente entregado a Cristo, tomó la Biblia y rezó y también se convirtió en otro. Yo pensaba en la vuelta de la esquina. Le dije a mi hermano que no sentía nada con sus oraciones. Que quería ir a la vuelta. Llegaron mis sobrinos más chicos. Lloré. Ahora lloro. Llegó mi sobrino mayor, Sebastián, y me dijo que no entendía qué le encontraba a la droga. Nadie me fustigó. Todos me acogieron. Mi hermano mayor, Marco, me dio una cariñosa palmada en el muslo mientras yacía sentado en uno de los sillones del living comedor. Mis cuñadas, Sanny y Yeliza me hicieron cariño Llegó Daniela. Toda mi red estaba ahí y yo cayendo en mi propio acto de teatro, toda la red y yo saltando para alcanzar nada. Llamamos al Crear para ir al día siguiente. Fui y el hermano de Fernando Paulsen, el director, me dijo que a los 42 caería inevitablemente. Le dije que era humanista, que no me gustaba el régimen militar de ese centro. Me repitió que a los 42, como él, cuando tuviera todo perdido, me daría cuenta. Decidí no quedarme. Uno sabe cuándo llega el amor, algunos presienten cuándo van a morir, imagínense cuando la química llama a su objeto y uno es sólo un mediador inútil. Espero no fumar hoy.

lunes, 22 de octubre de 2007

Presente Químico

He estado pensando cómo vive el tiempo un adicto a la pasta. Busca el presente químico. El antes es una lucha extrema por saber cómo, cuándo y dónde realizará su sueño. Sueño químico. El después sería el cómo volver a ese presente y mantenerlo por siempre. Otro sueño. Otra división del hombre en sí mismo. Hay una curva que explica el suceso. El éxtasis y la caída. Falta la curva anterior que vendría siendo como la subida del cerro El Ancla para luego devolverse abajo para subir de nuevo y así, como la rueda de Ixión*, en peregrinaje perpetuo. En el presente químico no hay culpas ni historia, sólo regocijo químico al servicio de la destrucción del cuerpo y la desolación del espíritu.

* Aquí el mito de la rueda de Ixión http://es.wikipedia.org/wiki/Ixi%C3%B3n

martes, 16 de octubre de 2007

:)

¿Hay que viajar por el mundo para encontrar nuevas desgracias? ¿Acaso en el universo compactado de esta cárcel no caben todos los mundos? ¿Acaso el sufrimiento por obra u omisión no nos inunda como metal macizo destrozando tristemente el espíritu? Y si no, ¿por qué al presionar en doble clic al ratón y su oreja izquierda ingresamos por todos los caminos impresionándonos de que tanta abulia se traduzca en mundo? Aspiro, rematado, sin ver otro sitio que mi propia sombra que, a la luz de la lámpara, se sitúa sólida ante mis ojos. Es cierto, siempre está el amor, y siempre la belleza, y la amistad y siempre la esperanza, pero mi mirada está sujeta a un solo objeto y mi voz decreta una sola palabra y mi corazón regurgita un solo latido y mi alma aplica toda su trascendencia hacia un solo humo.

viernes, 12 de octubre de 2007

Daños Colaterales

En mi catástrofe es imposible calcular la dimensión de los daños colaterales. Daños en cuerpo y alma. La conexión exacta para exorcizar los estigmas no la sé. En casa de mis padres no llegué a robar, “pedí prestado”. Devolví siempre porque soy poliadicto funcional, pero doné angustia real y arrugas y canas. La tremenda mano del amor sólo fue lo que nos salvó de no caer en completo caos. Mi madre se asusta cuando voy a su casa, cree que iré a la vuelta a comprar. Mi papá, una vez que llego a la reja y salgo, corre a la entrada para saber qué dirección tomo. Les digo que nada cuanto hagan puede tener resultado si yo no quiero. El punto es cuándo elijo el camino, dónde propongo el desvío, cómo veo sus caras cuando decido. El punto de la decisión siempre es antes “de”. Después de eso no hay salida posible sino penetrar la pipa y convertirse en una extensión de su bocanada.

jueves, 11 de octubre de 2007

En los espejos

Daniela se ha ido llorando al verme con esa cara que no soy yo.
“Ven”, me había tomado de mi mano derecha y llevado al baño:”mírate”, y yo sólo pensaba en otro pipazo, y aunque racionalmente sabía que ella tenía razón, y aunque me miraba en el espejo como soy y no soy, no fue suficiente.
No tengo dinero y ella, cansada, llora porque sabe que no es culpa de nadie, que tomo mi opción en algún momento del camino entre comprar el primer mono y fumarme toda la plata. La opción no fue ella. Veo en su alma el dolor que emana porque algo muerto que además mata de a poco le ha ganado la apuesta. Cuando se va lloro yo. No sé si es por ella o porque no tengo dinero para más pasta. Otra vez, ante otro espejo, soy y no soy, y el alma se me parte y cae en la cerámica llena de esperma de vela que he esparcido al ladear la pipa y esconderme en el suelo para fumar.

El cielo de tierra

Mi primer paso, y mi primer error para rehabilitarme, será decir: “no soy como cualquier adicto”. Tengo esperanzas y sueños pero una idea fija: fumar pasta. Aunque, debo decirlo, ahora que veo el cielo de tierra que me cubre me ha dado miedo y pienso desechar esa visión para explicarme el ciclo de hechos que me llevaron a esta rara escena. Ha llegado mi amigo y compañero de casa, El Negro, y me ha visto tendido en el suelo, transpirando a mares por la angustia. Tengo la pipa en la boca y la boca está rodeada en sus comisuras por una línea negra y seca. El alma de mi vicio hecha carne. Le digo, paranoico: “tranquilo, calladito mejor”. Él hace un gesto típico que me dice: “está mal este hueón”, esboza una risa y va a su pieza. Luego vuelve y concluye, esta vez en voz alta: “te falta el piso de tierra nomás”.